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POESÍA GABRIEL Y GALÁN
José María Gabriel y Galán
Colección Centros, 8.
I.S.B.N.: 978-84-15739-32-6
560 páginas. Tapa dura entelada.
14 cm. x 21 cm.
Los poetas retirados a la vida campesina de todas las épocas históricas constituyen una falange defensora de las más antiguas esencias y últimas radicalidades; y quizá, entre ellos, José María Gabriel y Galán sea, en tradición española, el representante más reconocible de una poesía volcada a lo rural, atenta a la naturaleza y a lo que es su más propio devenir, cíclico y pausado. Vida campesina, vida lenta e inserción biográfica atenta solo a lo pequeño.
«Confirmo mi admiración hacia el poeta, no solamente por la lectura de composiciones o inéditas, o insertas en periódicos de circulación reducida, sino muy principalmente por la contemplación de lugares, por la relación con personas, por esa mágica virtud del medio ambiente, que tanto ayuda a la comprensión de la obra de arte y de sentimiento; de la poesía, cuando es fiel trasunto del vivir. He pasado breves días en la tierra del autor de Castellanas, inolvidables días en que recibí tan halagüeñas impresiones que a esperarlas nunca me hubiese atrevido, y mediante el estímulo de la simpatía (que auxilia para comprender, mientras la antipatía es ciega), me he penetrado mejor de cuanto expresó y sintió el intérprete leal de la religión y la raza.»
Prólogo de Emilia Pardo Bazán
José María Gabriel y Galán (Frades de la Sierra, Salamanca, 1870). «Nací –dice– de padres labradores, en Frades de la Sierra, pueblecillo de la provincia de Salamanca. Cursé en ésta y en Madrid la carrera de maestro de primera enseñanza. A los diecisiete años de edad obtuve por oposición la escuela de Guijuelo (Salamanca) donde viví cuatro años, y después, por oposición también, la de Piedrahíta (Ávila) que regenté otros cuatro años. Contraje matrimonio con una joven extremeña; dimití el cargo que desempeñaba, porque mis aficiones todas estaban en el campo, y en él vivo consagrado al cultivo de unas tierras y al cuidado y al cariño de mi gente, mi mujer y mis tres niños. Tengo treinta y cuatro años, y a escribir coplas dedico el poco tiempo que puedo robar a mis tareas del campo. Comencé a escribir poesías para Juegos Florales, y me dieron la flor natural en los de Salamanca, Zaragoza y Béjar, y otros premios en Zaragoza, Murcia y Lugo. Y nada más, si es que todo ello es algo. Mis paisanos, los salamanquinos, y lo mismo los extremeños, me quieren mucho, me miman. Yo también les quiero con toda mi alma, y con ella les hago coplas, que saben, mejor que yo, de memoria, porque las recitan en todas partes, y hasta las oigo cantar diariamente a los gañanes en la arada».
Lee aquí un fragmento del libro.